La solidaridad internacional entre mujeres nos anima, nos da fuerza. Esta solidaridad que cruza las fronteras demuestra una vez más que, sin importar dónde estemos, nada puede mantenernos alejadas de nuestra libertad.
El estado de guerra en Turquía provoca muchos casos en los que las mujeres son utilizadas como instrumentos en este enfrentamiento. Como se ha podido ver en multitud de conflictos bélicos a lo largo de la historia, las mujeres se ven obligadas a emigrar de los territorios que los enfrentamientos armados han devastado en nuestra geografía. Somos testigos incontestables de cómo la guerra y la emigración afectan a las mujeres, hoy en día. Miles de personas esperan ahora mismo al otro lado de la frontera turca para poder llegar a Europa. Muchas mujeres se enfrentan a la brutalidad del estado y a la tortura. Mientras nosotras, las mujeres, hacemos frente a la violencia sistemática por un lado, por el otro resistimos también frente a las políticas estatales que intentan convertir nuestros cuerpos en máquinas de guerra.
Mientras que el estado se alimenta de la violencia de los hombres, nosotras, en tanto que mujeres, estamos expuestas a la brutalidad estatal, a la vez que a la masculina. Hacemos frente a esta agresión en todas las áreas de nuestras vidas y, al resistir, nos volvemos libres.
No es fácil ser una «mujer». No importa dónde hayamos nacido… en el este o en el oeste, en un pueblo pequeño o en una gran ciudad, nuestras vidas siempre han sido difíciles. Todas hemos tenido que hacer frente a cosas similares. Aunque seamos muy diferentes entre nosotras, hablemos diferentes idiomas y no nos «parezcamos» exactamente, tenemos una parte en nuestro interior que «no es diferente» de unas a otras. Se nos ha enseñado lo mismo: que somos frágiles o débiles, que somos torpes y tontas, que debemos portarnos bien y ser obedientes. Todas hemos estado maniatadas por el patriarcado.
Pero empezamos a luchar contra las cosas que nos habían «enseñado»: contra una masculinidad, contra aquellos que intentaban hacernos creer que no hay otro camino posible…. Empezamos a luchar por nosotras mismas, por cada una de nosotras. Cogidas de la mano, nos volvemos más fuertes, más valientes, más despiertas, más conscientes, más tercas, más libres…
A medida que luchamos contra el patriarcado, nos organizamos más y mejor cada día. Nos hemos dado cuenta de que, cuando nos unimos, nada puede mantenernos alejadas de nuestra lucha.
Mujeres anarquistas de Turquía
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