Desde marzo de 2020, miles de trabajadores y trabajadoras textiles de las fábricas Dragon Sweater e Imperial Sweater (ambas pertenecientes a Dragon Group) vienen exigiendo los salarios y los complementos que se les deben. Estas fábricas solían producir prendas para marcas como New Yorker, Lidl y Walmart.
El pasado 4 de octubre se había organizado una cadena humana cerca de las fábricas, como forma de protesta. Durante el transcurso de estas, un grupo de matones atacó a los y las manifestantes. Se tiene la certeza de que habían sido contratados por los propios dueños de la empresa para intimidar a los trabajadores y a las trabajadoras en lucha. Quienes estaban presentes en los hechos reconocieron a varios de los atacantes, ya que conocen al personal de seguridad de la empresa. A menudo en ocasiones anteriores habían observado los actos de protesta, pero es la primera vez que también los han atacado. Durante el altercado se logró hacer retroceder a los atacantes. Sin embargo, 12 trabajadores tuvieron que recibir atención médica en el Hospital del Colegio Médico de Dhaka.
Como reacción, cientos de trabajadores y trabajadoras textiles celebraron una marcha con antorchas por la noche.
Esa misma tarde, el sindicato GWTUC se personó en la comisaría de Hatir Jheel para presentar una denuncia sobre el incidente. Sin embargo, el oficial a cargo se negó a recibirla e insistió en que se retirasen los dos primeros párrafos de la misma. En ellos se describía otro incidente frente a la propia comisaría y el acoso sexual a las trabajadoras. Al final, GWTUC decidió poner la denuncia en el tribunal de distrito.
Al mismo tiempo, se informó al sindicato de que la dirección de la fábrica había presentado una denuncia ante la policía según el artículo 326 del código penal, por intento de asesinato, una acusación que supone la prisión provisional sin fianza.
Según GWTUC, el propietario afirma que el incidente anterior ocurrió en la propia fábrica, en la que los trabajadores y las trabajadoras irrumpieron armados, con la intención de matar y saquear. Obviamente, esto no es cierto, como se puede comprobar fácilmente a partir de los vídeos del ataque.
Al día siguiente, los trabajadores y las trabajadoras se manifestaron ante la oficina del Comisionado de la Policía Metropolitana de Dhaka. Allí se enteraron de que se nombraba a 15 trabajadores en la denuncia de la empresa y de que el dueño de la fábrica acusaba a otros 30 más sin aportar nombres.
No hace falta decir que CIT considera estos hechos inaceptables. Hace tiempo que la empresa venía preparando el terreno para avanzar en su estrategia de represión sindical, acusando a los trabajadores y a las trabajadoras de atentar contra los intereses nacionales de Bangladesh. Sin duda, aceptar resignadamente el robo y el terrorismo patronal son a ojos de la empresa, actitudes tan patrióticas como expoliar y atacar a las personas trabajadoras. En fin, no merece la pena malgastar el tiempo en estos argumentos. En los próximos días y semanas, el grupo de trabajo para Asia de CIT va a lanzar una serie de iniciativas para dejar claro a la empresa que no se van a tolerar este tipo de actitudes. La única solución posible al conflicto pasa por satisfacer las reivindicaciones de trabajadores y trabajadoras. Hasta ese momento, ¡la solidaridad internacional seguirá estando, sin vacilaciones, a su lado!
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