por Ralf Ruckus, colaborador de la sección de IP en Amazon, Polonia.
Original publicado en https://naoqingchu.org
¡Gracias a Luisa Cervantes por la traducción del original!
Este artículo es el resultado de recientes discusiones con los manifestantes y activistas de izquierdas en Hong Kong. Ofrece una breve vista general de la escalada de confrontación y argumenta que la falta de atención por parte de la izquierda global es un error. A pesar de sus limitaciones, este movimiento constituye un gran desafío para el régimen de derecha del Partido Comunista de China (PCCh) y podría ser el preludio para más luchas contra las relaciones capitalistas en Hong Kong, en la República popular de China y en otros lugares.
Manifestaciones masivas, concentraciones, choques violentos, gases lacrimógenos, cañones de agua, barricadas en llamas, ataques a comisarías de policía, bloqueos de calles y líneas de metro y huelgas –entre otras cosas—, son las impresionantes formas que adopta el movimiento de masas actualmente en Hong Kong. En junio de 2019 se expandió en reacción al proyecto de ley de extradición que habría permitido entregar a presuntos delincuentes a las fuerzas represivas de la China continental. Hasta septiembre, el movimiento se ha convertido en la confrontación social más seria en Hong Kong desde los disturbios contra el dominio colonial británico en 1967. Además, como ha sido una parte semiautónoma de China con ciertas “libertades democráticas” desde que la ciudad fue entregada por Gran Bretaña a China en 1997, la escalada del conflicto también constituye un serio desafío para el régimen del PCCh.
Los políticos occidentales (y los principales medios críticos con el PCCh) lo describen simplemente como un movimiento “por la democracia y la libertad” – e incluso ignoran sus tácticas violentas o dicen que simplemente es una reacción a la violencia policial. Consideran que la política de expansión global de China es una amenaza para sus propios intereses económicos y políticos y quieren aprovechar esta oportunidad para debilitar la posición e influencia de China. La izquierda liberal e institucional occidental repite el himno de “democracia y libertad” de la misma manera en que suele defender los intereses de los regímenes capitalistas nacionales usando como argumento los derechos humanos. Que una parte de la izquierda ortodoxa haya expresado su apoyo a la posición del régimen del PCCh, en cambio, tampoco es una sorpresa considerando sus obsoletos reflejos “antiimperialistas” y su falta de comprensión de la naturaleza capitalista del PCCh.
La pregunta importante es por qué la izquierda anticapitalista ha permanecido en gran medida silente e inactiva ante la escalada del conflicto en Hong Kong. ¿Está siendo cegada por la información hegemónica y no quiere apoyar un mero movimiento “democrático”? ¿Se cree las afirmaciones de los izquierdistas ortodoxos de que China sigue siendo “socialista”? ¿Se ve disuadida por los discursos nacionalistas y racistas o por las peticiones de ayuda al gobierno de Estados Unidos por ciertas partes del movimiento de Hong Kong?[1] ¿O es que Hong Kong –que no tiene una larga historia de movimientos políticos grandes y explícitamente izquierdistas– está simplemente fuera del radar de la izquierda anticapitalista y “demasiado lejos” para molestarse siquiera?
Hay que señalar que la actual confrontación entre el movimiento de protesta y los gobiernos de Hong Kong y China constituye una importante ruptura histórica. Una mirada a las diferentes fases del desarrollo del movimiento revela que a) ha surgido con formas radicales de movimiento y lucha, b) ha roto el consenso social existente sobre la relación entre la población, el gobierno y la policía de Hong Kong, y c) amenaza con destruir el papel de Hong Kong en el capitalismo chino (y mundial).
El resultado de la confrontación todavía sigue abierto, pero la izquierda anticapitalista debería analizar concienzudamente el desarrollo y apoyar aquellas corrientes dentro del movimiento que tienen un potencial progresivo.
Fases
El movimiento en Hong Kong utiliza las experiencias de movilizaciones previas desde el traspaso de poder en 1997, a saber, la Revolución de los Paraguas en 2014 cuando decenas de miles exigían al régimen de China “elecciones libres” en Hong Kong, ocupando durante varias semanas un amplio espacio fuera del parlamento de Hong Kong –antes de que se les dejara de lado sin haber conseguido su objetivo.
La primera fase de la movilización actual comenzó en febrero de 2019 con el anuncio por parte del gobierno de Hong Kong del proyecto de ley de extradición. Le siguieron una protesta pública y varias manifestaciones pacíficas.
Como el gobierno no detuvo los trámites para presentar el proyecto de ley, se inició una segunda fase el 9 de junio [2][3]. Varias manifestaciones masivas con hasta dos millones de participantes en el centro de Hong Kong [4] – sorprendente si consideramos que la población de la ciudad es de sólo 7.5 millones de personas– se sucedieron de encontronazos mayores con la policía utilizando gas lacrimógeno, balas de goma y balas de bolsa de frijoles contra los manifestantes que construían barricadas y arrojaban objetos a las fuerzas antidisturbios que cargaban. [5] El gobierno de Hong Kong suspendió la ley el 15 de junio, pero sin retirarla [6][7]. Para entonces, el gobierno de Hong Kong ya había perdido toda la confianza de gran parte de la población de Hong Kong.
El movimiento formuló cinco reivindicaciones: 1) la retirada completa del proyecto de ley de extradición, 2) la retirada del cargo por “desórdenes públicos” contra los manifestantes, 3) la liberación de los manifestantes arrestados y la retirada de los cargos en su contra, 4) una investigación independiente sobre la violencia policial, y 5) la aplicación de un auténtico sufragio universal (a veces también la dimisión de la líder del gobierno de Hong Kong, Carrie Lam). La segunda fase terminó el 1 de julio, cuando durante una gran manifestación cientos de militantes irrumpieron en el edificio del parlamento y lo saquearon.
En la tercera fase, el movimiento decidió extenderse a otras áreas de la ciudad. Estas acciones tenían por objeto llevar las protestas a otros sectores de la población de Hong Kong, pero también llegar a los visitantes del continente y a los inmigrantes para explicarles las reivindicaciones del movimiento. [8] Atrajeron a un número menor que antes hasta que la situación cambió de nuevo el 21 de julio, cuando cientos de hombres con “camisas blancas” de las tríadas locales (pro-PCCh) atacaron e hirieron a manifestantes que regresaban a sus hogares en una estación de metro suburbana. La colaboración obvia entre la policía y las tríadas durante el ataque llevó a la indignación pública [9]. La propia policía se convirtió en el centro de la ira y el odio de gran parte de la población de Hong Kong, y comenzó una espiral de acciones y contra acciones cada vez más violentas. Sorprendentemente, los ataques violentos de los manifestantes contra la policía han sido hasta ahora apoyados (o, al menos, tolerados) por la mayor parte del movimiento, ya que se hizo evidente que el gobierno apenas reaccionó a las manifestaciones “pacíficas” [10][11][12].
Los manifestantes cambiaron de táctica usando “flash mob”, bloqueando carreteras, estableciendo barricadas, etc., en una parte de la ciudad y luego usando el metro para trasladarse a otras partes para hacer lo mismo allí, siempre tratando de estar por delante de la policía. Una táctica que se autodefine como “be water” (“ser agua”, refiriéndose a una cita de Bruce Lee) [13]. Mientras tanto, la policía mejoró su equipo y sus tácticas, con más equipos de protección [14], nuevas armas, policías encubiertos que se hacían pasar por manifestantes [15] y ataques más flexibles y agresivos. El punto culminante de esta fase fue el 5 de agosto, cuando la convocatoria de huelga fue seguida por cientos de miles de personas, se detuvo el metro y se produjeron manifestaciones masivas que incluyeron ataques coordinados contra varias comisarías de policía [16][17][18][19]. Después, los manifestantes desplazaron su atención al aeropuerto, un punto central y económicamente importante para el tráfico, no sólo de la ciudad, sino de toda la región. Este se cerró parcialmente los días 12 y 13 de agosto [ 20].
La cuarta fase (en curso) comenzó con la decisión del movimiento de parar los encontronazos violentos y reagrupar fuerzas. Las manifestaciones pacíficas del 17 y 18 de agosto, esta última con 1.7 millones de participantes [21], mostraron el apoyo aún masivo del movimiento, igual que la acción de la cadena humana (inspirada por una acción similar en los países bálticos en 1989) de varios cientos de miles el 23 de agosto.
Como el gobierno aún no ha hecho concesiones, los enfrentamientos violentos volvieron el 24 de agosto y los días posteriores. La policía ordenó a la autoridad del metro que cierrase las estaciones en las zonas de protesta, ha continuado usando gas lacrimógeno, balas de goma y brutales ataques con porras, también recientemente ha comenzado a utilizar cañones de agua [22][23]. Los manifestantes han usado cócteles molotov, han incendiado barricadas [24], saqueado estaciones de metro[25][26] y bloqueado los servicios de tren y las carreteras al aeropuerto [27][28]. El 2 de septiembre, los estudiantes universitarios y de secundaria regresaron a la escuela después de las vacaciones de verano e iniciaron acciones de huelga [29][30]. El 4 de septiembre, Carrie Lam en realidad cumplió con la primera demanda y retiró el proyecto de ley de extradición [31], pero hasta ahora esto no ha detenido los enfrentamientos [32][33].
¿Por qué el movimiento escaló de marchas pacíficas para derogar un proyecto de ley a un movimiento masivo y parcialmente violento que apunta contra la policía, la posición del gobierno de Hong Kong y la influencia del régimen del PCCh? Cuando Gran Bretaña y China acordaron la transferencia de soberanía y formularon la “Ley Básica” como documento constitucional que definía el gobierno de China como “un país, dos sistemas” después de 1997, los hongkoneses y la gente de otros lugares creyó que sería China la que cambiaría y se haría más democrática en el curso de su industrialización, urbanización e integración en la economía mundial. En cambio, China no se ha movido en esa dirección, no sólo ha endurecido su régimen autoritario y represivo, sino que también ha ampliado sus intervenciones económicas y políticas en Hong Kong.
Hoy en día, mucha gente en Hong Kong piensa que China no esperará hasta 2047, fecha del fin oficial del acuerdo de “un país, dos sistemas”. El proyecto de ley de extradición se ha visto como una amenaza más a las relativas libertades de expresión y asociación, así como al estilo occidental de “estado de derecho”. Los manifestantes ven su lucha como un “juego final”, la última oportunidad de detener una toma de poder completa y la introducción de un régimen aún más represivo por parte de China.
Además, muchas personas en Hong Kong, especialmente los jóvenes, sufren la inmensa desigualdad social en la ciudad, los altos alquileres y los bajos salarios en relación, la competencia de los inmigrantes del continente por empleo, vivienda y asistencia social [34][35][36]. Piensan que, si China aumenta su influencia, su situación económica será peor, a menos que lo impidan.
Lucha Organizada
Al menos un tercio de la población de Hong Kong (2.5 millones de personas) ha participado activamente en el movimiento, probablemente un récord mundial. Por tanto, el movimiento es heterogéneo, con personas involucradas de diferentes edades, géneros, posición social y profesiones: estudiantes de secundaria y universitarios, trabajadores de oficina, funcionarios públicos, empleados de aeropuertos, enfermeras y muchos más. Según las encuestas, la mayoría de los participantes tienen educación superior y son más bien de “clase media”, pero muchos obreros de cuello azul y de cuello rosa –en empleos tradicionalmente desempeñados por mujeres– también están participando o simplemente lo apoyan, al no poder participar tanto debido a las presiones económicas y a las largas jornadas de trabajo. En realidad, muchos manifestantes viven en dos mundos, un horario de trabajo completo durante los días laborables y el movimiento rebelde en la calle por las tardes y los fines de semana[37]. Es notable la ausencia general de los cientos de miles de trabajadoras domésticas inmigrantes de la ciudad procedentes de Filipinas e Indonesia[38].
Las masas de jóvenes estudiantes de secundaria y universitarios participantes crecieron después de 1997 en Hong Kong y nunca desarrollaron una “identidad china”. Temen el sistema represivo del PCCh y quieren mantener su ‘forma de vida’ en Hong Kong [39]. Mientras tanto, muchos de los manifestantes de mayor edad son inmigrantes del continente o sus descendientes que sufrieron purgas del PCCh u otras campañas antes de venir a Hong Kong en las últimas décadas. No confían en el PCCh [40].
Los manifestantes se enfrentan a una parte más pequeña de la población que, de hecho, apoya al gobierno y a la policía de Hong Kong, así como al PCCh, y que ha organizado sus propias manifestaciones con hasta decenas de miles de participantes[41].
El movimiento de protesta muestra una asombrosa capacidad de autoorganización, desarrollo y cambio de estrategias y toma de decisiones, a pesar de su enorme tamaño[42][43][44][45]. Los debates y acciones se organizan a menudo a través de foros como LIHKG[46][47], grupos de Telegram y Facebook, así como otras herramientas digitales[48][49]. A veces, miles o decenas de miles de miembros utilizan estos grupos de chat, e incluso las decisiones sobre el siguiente paso durante una manifestación se toman utilizando estas aplicaciones. Durante las acciones pacíficas y violentas, la gente asume ciertas funciones: lucha en primera línea, construcción de barricadas, suministro de materiales como máscaras o cascos, ofreciendo tratamiento médico, etc. Otros administran las herramientas de comunicación digital, cuelgan información sobre la ubicación de los escuadrones de policía o los códigos de acceso de las puertas del barrio para que las personas puedan escapar, proporcionan obras de arte visual relacionadas con el movimiento y se encargan de los “Lennon Walls”[50] —carteles, pegatinas, fotos, etc., que se colocan en ciertas paredes. Muchas personas también usan su propio dinero para comprar agua, comida, billetes de metro, o equipamiento como máscaras de gas y lo distribuyen a los manifestantes, o donan dinero si no tienen otra forma de apoyar al movimiento.
La ausencia de líderes y la débil posición de los partidos políticos resulta chocante[51][52]. Para los líderes del PCCh y el gobierno de Hong Kong, esto es difícil de creer[53]. Estos, así como los medios de comunicación occidentales, presentan a personas de ciertos partidos “democráticos” o “localistas” (que desempeñaron un papel durante el Movimiento de los Paraguas) como los líderes o representantes de hoy, pero lo cierto es que son poco importantes para el movimiento actual. Esta ausencia de líderes es en parte el resultado de la represión tras el Movimiento de los Paraguas, ya que muchas figuras destacadas fueron acusadas y tuvieron condenas de cárcel. Otra razón son las tácticas divisorias de los líderes del Movimiento de los Paraguas, como fueron las de los grupos ‘localistas’ (nacionalistas). Existe un amplio consenso en que los conflictos y las divisiones en el liderazgo debilitaron al movimiento y no deben repetirse.
Así que el movimiento actual presiona mayormente por las cinco reivindicaciones y usa eslóganes generales como “Liberar Hong Kong, la revolución de nuestro tiempo” o “Adelante Hong Kong”. Otros asuntos han sido frecuentemente expresados y discutidos, por ejemplo las reivindicaciones sobre desigualdad social de la extrema izquierda o las de los de extrema derecha en cuanto a la limitación de la inmigración desde el continente o por la independencia de Hong Kong. Sin embargo, el movimiento ha persistido en las cinco reivindicaciones para asegurar la unidad y para presionar sobre esas cinco comunes primero.
Los intereses de China
El gobierno de Hong Kong, bajo la dirección de Carrie Lam, está visiblemente sacudido por el movimiento, pero en gran medida ha permanecido en un segundo plano. Está claro que las decisiones sobre cómo tratar con el movimiento se toman en Beijing. Después de que el PCCh no permitiera que los medios de comunicación continentales informaran públicamente al principio, más tarde cambió de idea y comenzó a impulsar una campaña mediática nacionalista[54][55][56] que presenta a los manifestantes en Hong Kong como “criminales” o “terroristas”[57] conducidos por “manos negras extranjeras” y que persiguen una “revolución de colores” contra el PCCh y los intereses nacionales de China [58][59][60][61][62]. Los medios de comunicación estatales chinos y representantes del gobierno han amenazado con una intervención directa de las fuerzas de seguridad [63][64][65][66][70]. Unidades antidisturbios de la Policía Armada Popular china organizaron simulacros públicos en Shenzhen, cerca de la frontera con Hong Kong [71][72]. El régimen del PCCh también utiliza su poder económico y presiona a compañías como la aerolínea Cathay Pacific ya que sus empleados participaron abiertamente en acciones de protesta [73][74][75].
El régimen del PCCh quiere socavar la legitimidad de los manifestantes y debilitar al movimiento en su intento de proteger sus intereses políticos y económicos. Hong Kong desempeña un papel vital para China [76][77], para las empresas chinas así como para las extranjeras, como centro de transición para las entradas y salidas de capital, incluidas las inversiones y los servicios financieros y jurídicos que se le aparejan. La ciudad puede desempeñar ese papel gracias a su estatus político especial, su propia moneda y su sistema legal occidental [78][79]. Las protestas, así como la guerra comercial entre China y Estados Unidos, ya están afectando a la economía de Hong Kong [80][81][82].
Cualquier intervención directa de la Policía Armada Popular o incluso del ejército podría destruir la función económica de Hong Kong y provocar enormes pérdidas económicas. Sin embargo, un movimiento continuo que desafía abiertamente el gobierno de China en la ciudad y exige más autonomía o incluso la independencia de Hong Kong, socava la autoridad del PCCh e incluso podría resultar contagioso y provocar más levantamientos sociales en China [83]. A pesar de la propaganda del PCCh y la movilización nacionalista en China contra las protestas de Hong Kong, los habitantes del continente tienen, de hecho, diferentes perspectivas sobre el movimiento [84].
Así pues, la dirección del PCCh quiere detener rápidamente el movimiento (y la difusión de imágenes de barricadas en llamas), al menos no más tarde del 70 aniversario de la fundación de la República Popular China el 1 de octubre de 2019[85][86], lo que podría no ser posible sin una mayor represión y la intervención directa de las fuerzas de seguridad chinas. El régimen del PCCh está nervioso porque la escalada del conflicto y la incapacidad de los gobiernos de Hong Kong y Pekín para contenerlo y detenerlo ya ha llevado a especulaciones sobre una posición debilitada del líder del PCCh, Xi Jinping [87].
Límites y potencialidades
Los izquierdistas han mostrado claras dificultades para tratar con los recientes movimientos sociales que no encajan en sus expectativas, que se niegan a ser dirigidos por representantes izquierdistas, y que incluyen elementos que expresan posiciones y demandas políticamente problemáticas, como, por ejemplo, los Chalecos Amarillos en Francia y ahora el movimiento en Hong Kong [88][89]. Sin embargo, las posiciones racistas latentes de partes del movimiento de Hong Kong y su demanda borrosa y problemática de ‘democracia’ (o de la defensa del status quo) debería ser una razón para que los activistas de izquierda se involucren, resistieran contra esas posiciones y apoyaran a las corrientes progresistas del movimiento –como ya algunos en Hong Kong intentan hacer.
El movimiento actual en Hong Kong es sin duda una de las movilizaciones de masas más sorprendentes de las últimas décadas. Después de todo, para el PCCh es el mayor desafío de las protestas populares desde el Movimiento de Tian’anmen en 1989 –aunque esta comparación tiene sus límites debido a los cambios en China y a nivel mundial desde entonces [90]. También se acerca a algunos de aquellos movimientos durante la “Arabelión” en 2010 y 2011.
El movimiento no es, de hecho, una movilización anticapitalista todavía, pero ha cuestionado la posición de la clase capitalista que gobierna (y que prácticamente posee) Hong Kong, así como la de los gobernantes del PCCh en Pekín. Los ataques contra la policía muestran que muchos en el movimiento no confían en las instituciones estatales básicas. Las huelgas y otras movilizaciones en los lugares de trabajo (hospitales, aeropuerto, escuelas y universidades, sector público, etc.) socavan aún más la aceptación de las relaciones capitalistas o, como dijo un manifestante: «Los trabajadores no trabajan tan duro como siempre y hablan en contra de los gerentes ahora».
¿Qué pasará después? En un escenario pesimista podría acabar como la mayoría de ellos, en represión y derrota, ya que el gobierno de Hong Kong ya está hablando de declarar el estado de emergencia [91] y el PCCh parece incapaz de encontrar una solución pacífica [92]. De hecho, podría movilizar sus fuerzas de seguridad para aplastar al movimiento [93][94][95].
En un escenario menos dramático, el movimiento solamente se quedará sin fuerza. En ese caso, es todavía probable que medidas represivas más duras y más arrestos se lleven a cabo, dado que ya han empezado [96][97][98]. Al menos, algunas de las “libertades democráticas” de Hong Kong se mantendrían, lo que podría considerarse un éxito del movimiento. Muchos en la izquierda occidental subestiman la importancia de estas “libertades” para organizar resistencia y movimientos sociales. Hasta ahora, Hong Kong ha sido un refugio para los grupos sindicales, feministas y otros activistas de izquierda, que han utilizado la ciudad para organizar actividades al otro lado de la frontera de China y cualquier represión seria por parte del régimen del PCCh en Hong Kong podría significar el cese de sus actividades [99].
En un escenario optimista, el movimiento podría ser el comienzo de una generación rebelde y de nuevas luchas sociales[100]. Los problemas sociales subyacentes a los que se enfrentan grandes sectores de la población (altas rentas, bajos salarios, largas jornadas de trabajo, desigualdad social, baja calidad de la atención de la salud, etc.) podrían desencadenar corrientes anticapitalistas. Además, la experiencia de enfrentarse colectivamente a las poderosas autoridades estatales podría ser sólo el comienzo de más luchas que cuestionen las relaciones capitalistas como tales. Eso podría desencadenar movimientos similares en la China continental que se enfrentan al mismo enemigo: el régimen derechista del PCCh, que ha estado en el centro de la restauración capitalista en China durante décadas y que ha emprendido una campaña altamente represiva contra los activistas de izquierda en los últimos años [101].
Mucho depende de la limitación de la influencia del PCCh en Hong Kong y de la contención de los “localistas” de derecha y sus políticas nacionalistas y racistas en la ciudad. La participación de activistas de izquierda, la promoción de temas y debates anticapitalistas e incluso el apoyo de movimientos de izquierda en el extranjero [102] podrían jugar un papel decisivo para hacer más probable este último escenario.
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