Una baja tasa de sindicación
Actualmente existen únicamente dos centrales sindicales legales en Corea del Sur. La más grande, considerada de tendencia más oficialista, es la Federación de Sindicatos de Corea -FKTU a partir de ahora- que reporta tener, en 2018, 954.546 afiliados. Fue refundada en 1961.
En segundo lugar, se encuentra la Confederación de Sindicatos de Corea -KCTU en lo que sigue- que actualmente afirma disponer de 786.563. Por su origen y sus formas es la más combativa de las dos centrales legales.
Además, hay unos 265.000 trabajadores afiliados a sindicatos independientes de empresa.
Debido a, como veremos a lo largo del dossier, la intensa represión desarrollada por el Estado surcoreano contra los sindicatos, su escaso margen de negociación y la labor ideológica del nacionalismo coreano, actualmente la tasa de afiliación a sindicatos por parte de la población activa, que llegó a su máximo en 1989 con el 20%, apenas alcanza el 10% en el año presente. Esto supone que para un país de 51 millones de habitantes apenas existen 2 millones de trabajadores afiliados a algún sindicato. Una proporción menor a la de los Estados europeos de tasas sindicales más bajas, como sería el caso de, por ejemplo, España (18%).
Industrialización tardía
Corea fue, hasta el siglo XX, conocida como el reino ermitaño por su cierre político y cultural, no solamente hacia las potencias coloniales europeas, sino incluso hacia sus propios vecinos. Las únicas influencias importantes llegaban de china, a través de una aristocracia confucionista que imitaba sus formas administrativas.
Este hermetismo se debe en parte al constante acoso sufrido en la península por parte de Japón, que constantemente trataría de invadir el país por mar.
Debido a ese aislamiento, antes del inicio de la reforma Gwanmu, que trató de modernizar y liberalizar el país a imitación de las potencias occidentales, Cea poseía una población formada en su 40% por la clase nobi (el equivalente a los siervos de la gleba) que vivía en condiciones de semi-esclavitud, un 40% de pequeños campesinos pequeño-propietarios y un 20% de yangban (la clase burocrática, dividida en 18 niveles de jerarquía). En resumen, un modelo social y económico agrario, escasa o nulamente industrializado y anclado a estructuras sociales y políticas de tipo feudal.
Las reformas abolieron la clase yangban y la servidumbre, iniciándose una industrialización incipiente. Entre la élite coreana se había producido un progresivo alejamiento de China hacia tendencias más filojaponesas, tomando ejemplo de su proceso de occidentalización y modernización económica. Este acercamiento hacia Japón supondrá un progresivo aumento de la intervención nipona en la península, hasta que Japón, con el pretexto de formar un Estado clientelar en el contexto de la guerra con Rusia, declara a Corea como protectorado suyo en 1905.
Es bajo dominio japonés que se consolidan las reformas y el proceso de industrialización, el peso que llegaron a tener supuso que, en 1931, de los 1,2 millones de acres de tierra en manos de grandes terratenientes, 0,9 pertenecían a japoneses.
Así, el primer sindicato de Corea se forma en 1910 con 47 estibadores de Seongjin. Sin embargo, la industrialización es parcial y el movimiento obrero también avanza despacio. Para la década de los 20 apenas hay una treintena de pequeños sindicatos constituidos, no sumando más de 5.000 afiliados en total. Pero a partir de ese momento comienza a dispararse y para 1928 ya son 488 los sindicatos existentes y casi 70.000 los trabajadores, que comienzan a reunirse en confederaciones de ramo o regionales bajo orientación socialista revolucionaria o nacionalista antijaponesa. Pero este movimiento se verá frenado en la década de los años 30, cuando Japón comienza su explosión imperialista y la administración endurece la persecución a los sindicatos, cuyos miembros acabarán formando parte de los movimientos clandestinos y de liberación nacional.
Sindicalismo en la boca del lobo
Tras el fin de la II Guerra Mundial el sindicalismo coreano se reconstruye en 1945 en la Consejo General de Sindicatos de Corea (GCKTU) que llega a contar con medio millón de afiliados. Sin embargo, en el contexto de la guerra de Corea, el sindicato es perseguido en el Sur, como parte de la política anticomunista de la autoridad militar de Estados Unidos y, posteriormente, ilegalizado por el gobierno de la recién formada República de Corea en 1948. La GCKTU continúa hoy en día siendo el sindicato único de Corea del Norte.
Los restos de aquel sindicato fueron reorganizados por el gobierno surgido del golpe de Estado del 16 de mayo de 1961, que mantendrá a Corea del Sur bajo un régimen militar hasta 1987. El nuevo sindicato, la FKTU, adoptaría un papel casi de sindicato vertical (organizado desde el Estado y las patronales).
Es durante la dictadura militar que se produce el llamado “milagro económico surcoreano” que en apenas treinta años pasa de ser un país agrario a una potencia industrial. Paradójicamente, esta punta de lanza del mundo capitalista se desarrolla gracias a un intensísimo dirigismo estatal que somete a control directo de la administración militar a las empresas a través de tres planes quinquenales.
Esta rápida industrialización supone un éxodo rural masivo y el surgimiento de nuevas capas proletarias, especialmente de mujeres jóvenes venidas del campo a la ciudad, que se integran en las nuevas industrias. Surge aquí un nuevo movimiento sindical al margen del sindicato oficial FKTU. La conflictividad irá aumentando, siendo una muestra de ello la huelga de los trabajadores de Hyundai en 1974.
De forma similar a como ocurrió en otros países con regímenes autoritarios, el movimiento de los trabajadores confluye con los movimientos de oposición democrática. En 1979 un atentado acaba con la vida del dictador Park Chung- hee y se inicia un gobierno de transición. Sin embargo, Corea del Sur tiene también su particular proceso de involución y en este caso un nuevo golpe militar logra triunfar y retrasar la democratización hasta 1987, cuando el sanguinario régimen de Chun Doo-hwan es derribado, precisamente por las masivas protestas del movimiento obrero.
1987 es un año clave para el sindicalismo coreano, en el que se desarrolla un gran movimiento de sindicatos clandestinos que se cristaliza en la convocatoria de más de 3300 huelgas. Así pues, la fuerza de los trabajadores acaba por desviarse hacia el movimiento democrático, logrando que los militares convoquen elecciones. En 1988, sin embargo, las gana la derecha, produciéndose un proceso de transición sin ruptura (algo similar a lo que ocurrió con la mal llamada Transición española) y en el que continuará la represión contra el movimiento obrero. Paralelamente a este movimiento se desarrolló una respuesta represiva, contabilizándose cerca de 4000 sindicalistas presos entre 1987 y 1995.
Este movimiento alternativo a la FKTU será el origen de la formación de la KCTU en 1995, siendo reconocida por el gobierno en 1999. Surgiendo como un pequeño sindicato (menos de 200.000 afiliados en sus inicios) poco a poco ha ido comiendo terreno al oficialismo.
Hay que entender que la península de Corea fue uno de los puntos calientes durante la guerra fría, lo que provocó que el sindicalismo siempre se viera con lupa desde el gobierno, aprovechando la excusa de la amenaza comunista del Norte (los dos países no han firmado a fecha de hoy un acuerdo de paz) para reprimir al movimiento sindical. Esto es, el movimiento obrero, junto con la izquierda, han sido para las autoridades surcoreanas un “enemigo interno” al que mantener bajo control.
Actualmente los sindicatos crecen al mismo ritmo que lo hace la economía. El nacionalismo coreano, muy presente en la sociedad y vinculado a los grandes conglomerados industriales (chaebols) provoca que cualquier crítica a las patronales o al gobierno se pueda ver como una falta de patriotismo, lo que limita las demandas obreras. En las últimas décadas, sin embargo, la FKTU y la KCTU se han ido acercando entre sí. La primera al verse obligada a aumentar su nivel de combatividad por competencia de la segunda, que a su vez ha ido institucionalizándose con los años.
Relaciones laborales y sindicalismo de empresa
Si Corea del Sur se puso a la cabeza del desarrollo en Asia fue a costa de un capitalismo salvaje. Hasta 2018 la jornada laboral semanal era de 68 horas. El país, donde apenas existe desempleo, es el primero de la OCDE en tasa de suicidio (tercero en suicidio masculino, primero en femenino). Actualmente se ha logrado reducir la jornada laboral a 52 horas (40 normales + 12 extraordinarias), sin embargo, persiste la costumbre de no abandonar el puesto de trabajo antes que el jefe, lo que provoca que muchos trabajadores ni siquiera puedan volver a su casa por la noche al vivir lejos del lugar de trabajo (proliferando las saunas nocturnas -jimjilbang-, en las que se puede dormir, y el alcoholismo).
La cultura del esfuerzo laboral hasta el agotamiento, estudiada por filósofos como Byung-Chul Han en su libro La sociedad de la fatiga, comienza prácticamente desde la cuna por medio de un sistema educativo orientado a la competición y al sacrificio extremos y podría ser la principal causa de la tasa de suicidio antes señalada.
La edad mínima para comenzar a trabajar son 15 años. La jornada diaria puede alcanzar, la alcanza frecuentemente, las 12 horas diarias y pueden llegar a trabajarse cuatro semanas seguidas sin un día de descanso de por medio.
A nivel legal, únicamente se permite la sindicalización a trabajadores en activo. Esto ha sido causa, recientemente, de la ilegalización en 2013 del sindicato de enseñanza por permitir afiliarse a profesores despedidos o jubilados, decisión que fue criticada por la OIT por ir en contra de sus acuerdos.
El sindicalismo solamente se permite el Corea del Sur mientras sea un sindicalismo dedicado a la negociación del precio de la mano de obra, prohibiéndose los intentos de formalizar auténticos sindicatos de clase y persiguiéndolos cuando manifiestan voluntad de transformación política. Esto ha derivado en un modelo que se basa en el sindicalismo de empresa, en el que los sindicatos colaboran estrechamente con la dirección empresarial, pero donde existen escasos niveles de solidaridad a nivel de sector o territorio. Igualmente, la negociación colectiva se produce casi exclusivamente en el ámbito de las grandes empresas.
Si bien en Corea del Sur existen las horas sindicales, éstas deben ser acordadas con el empresario y nunca corren a cuenta de su cargo. Incluso los llamados “oficiales a tiempo completo” (liberados) corren exclusivamente a cargo de los fondos del propio sindicato. Esto es, los sindicalistas en Corea del Sur o no reciben pago alguno por sus funciones en su puesto de trabajo, o lo reciben por parte de sus sindicatos, pero nunca de la patronal o del gobierno. Esto, que sería un punto a favor de su independencia y autogestión, también es muestra de la baja consideración social que poseen los sindicatos en comparación con la que tienen en los llamados estados sociales europeos.
Respecto a los métodos, legalmente no se permite ningún método que suponga una violación del orden público y que no esté directamente convocada por un sindicato legal. En esas acciones tampoco se permite la obstrucción de los accesos a la empresa o de la circulación. Esto supone, en suma, que los piquetes propios de la acción sindical en cualquier país del mundo en Corea del Sur están prohibidos.
La huelga, a pesar de ser un derecho reconocido, se encuentra fuertemente restringida tanto en los requisitos para convocarla como en su desarrollo. Así, el cierre patronal, que en muchos países está limitado a situaciones excepcionales de violencia u ocupación ilegal, en Corea del Sur es una práctica habitual ante cualquier conflicto laboral planteado por los trabajadores. La sustitución de huelguistas por esquiroles también es frecuente.
A pesar de todas las restricciones a las que se enfrenta, el movimiento obrero a menudo pasa por encima de las leyes y no es raro que una huelga especialmente potente acabe siendo reprimida por la policía.
FKTU y KCTU: dos modelos
El crecimiento de la KCTU en las últimas décadas, junto con la pérdida de afiliación del sindicato oficial ha hecho que hoy en día existan dos alternativas sindicales en Corea del Sur.
La FKTU, más colaboracionista con las directivas empresariales, tiende a centrar sus reivindicaciones en la mejora y equiparación de los salarios. Sin embargo, actualmente se muestra crítica con el gobierno por su posición contra los derechos de los trabajadores recogidos por la OIT. La intención de la FKTU no es revolucionaria, ni siquiera transformadora, pero aspiran a un marco de relaciones laborales más similar al que se encuentra en la Europa occidental. Actualmente su presidente es Kim Juyoung, elegido en 2017.
La KCTU, por su parte, supone una voz más discordante. Nacida de los movimientos de la clandestinidad y de la lucha contra la dictadura, entre los objetivos de la KCTU si se encuentra la transformación social y política de Corea del Sur: defienden la democratización de las industrias, la igualdad de género en las empresas, la reducción de la jornada laboral y la construcción de un sindicalismo internacionalista. En un país como Corea del Sur, donde cualquier mínima referencia al socialismo es demonizada y tratada como colaboracionismo con el Norte, el discurso no puede ir mucho más lejos, al menos en lo explícito. Su actual presidente es Kim Myung-hwan, tras la entrada en prisión de su anterior líder Han Sang-gyun (liberado este año tras dos años, cinco meses y 12 días de condena por desórdenes públicos durante una protesta por la corrupción del gobierno. Cabe señalar que desde este año la KCTU ha accedido a participar en la comisión paritaria patronal- sindicatos-gobierno, de la que no formaba parte desde 1999 por desacuerdo con la ley laboral.
Debido a la limitación que sufre el sindicalismo coreano para salirse de las reivindicaciones puramente laborales, no es extraño que activistas sindicales acaben derivando hacia movimientos de derechos civiles, feministas o políticos.
Relaciones internacionales
Tanto la FKTU como la KCTU forman parte de la Confederación Sindical Internacional, que incluye a organizaciones como UGT y CCOO en España, TUC en Reino Unido o AFL-CIO en Estados Unidos. Sin embargo, mantienen especialmente relación con otros sindicatos de Estados del pacífico, especialmente con el sindicalismo australiano, que a menudo ha mostrado su solidaridad hacia los sindicatos surcoreanos. La propia SIL en más de una ocasión ha reclamado al gobierno que deje atrás su tendencia a perseguir a sindicalistas.
La FKTU además forma parte de IndustriALL, una unión internacional fundada en 2012 y que reúne a 600 sindicatos de 140 países en sectores de la industria manufacturera.
Las relaciones internacionales de ambos sindicatos a pesar de todo no se encuentran demasiado desarrolladas fuera de su región geográfica, siendo poco conocido en occidente el problema de Corea del Sur con las libertades sindicales, mientras la imagen que dan los medios masivos sobre el país es la de ser un ejemplo de economía y desarrollo, especialmente en contraste con la totalitaria dictadura del Norte.
Conclusiones
El sindicalismo de Corea del Sur ha logrado existir a pesar de la constante oposición, durante más de un siglo, de imperialistas japoneses, ocupantes yankees, dictadores militares o partidos democráticos. En pocos lugares del mundo las libertades sindicales y el derecho a los trabajadores a organizarse se encuentran tan restringidos como en este país y, a pesar de ello, en cada huelga que llevan a cabo los trabajadores surcoreanos nos dan un ejemplo de combatividad al resto de trabajadores del mundo.
Los mayores peligros a los que se enfrentan los sindicatos de Corea del Sur son la amenaza de la ideología nacionalista, constantemente incentivada por el gobierno y las corporaciones para lograr que los trabajadores hagan suyos los intereses de los capitalistas y, paralelamente, el triunfo de una cultura en la que el 70% de los coreanos se consideran hoy en día parte de la clase media, a pesar de que solamente el 20% de la población está formada por profesionales liberales y pequeños empresarios. Lograr que la clase obrera caiga en estas trampas es un reto al que nos enfrentamos todos los sindicatos del mundo, pero que el Corea del Sur es especialmente acuciante.
En un país donde la explotación llega a ser autolesiva, donde nada se detiene nunca hasta dejar a la gente extenuada, un sindicalismo de combate que se proponga romper con el más crudo neoliberalismo se hace totalmente necesario. Fueron los trabajadores de Corea del Sur quienes acabaron con la dictadura y, también con su fuerza, podría lograrse un cambio social auténtico.
Considero muy interesante que CIT y sus secciones establezcan relaciones de diálogo con el sindicalismo coreano. Quizá por su origen y tradición bien alejado de la tendencia sindicalista revolucionaria o anarcosindicalista desarrollada en Europa y América, pero cuya combatividad ha sido más que puesta a prueba a lo largo de décadas de represión, masacres y persecución policial. Hay mucho que podemos enseñarnos mutuamente.
Referencias
Sin ánimo de realizar una bibliografía de tipo académico, referencio a continuación las fuentes consultadas para la elaboración de este dossier.
- http://fktu.or.kr/
- http://www.kctu.org/
- http://english.hani.co.kr/arti/english_edition/e_national/828667.html
- https://www.koreatimes.co.kr/www/nation/2018/05/371_246755.html
- http://www.industriall-union.org/korean-union-leader-han-sang-gyun-released-from-prison
- Trade Union and Labour Relations Adjustment Act, Act No. 5310, Mar. 13, 1997
- Kwon Seung-ho & Chris Leggett (1995) Origins of the Korean Labour Movement, Policy, Organisation and Society, 1995
- Keun Song, Labour unions in the Republic of Korea: Challenge and choice, Department of Sociology, Seoul National University, 1999
- Ho Keun Song, Labour unions in the Republic of Korea: Challenge and choice, Department of Sociology, Seoul National University, 1999
- https://apuntesdeclase.lamarea.com/protagonistas/corea-del-sur-infierno-laboral/
- https://www.regeneracionlibertaria.org/historia-de-corea-i-epoca-preindustrial
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