La USI-CIT relanza con fuerza la huelga general del 8 de marzo en 2019 en los lugares de trabajo. Una huelga que consideramos necesaria para socavar la opresión y la violencia de género en una sociedad aún pervertida por fuertes discriminaciones y sexismo, no obstante las numerosas luchas a favor de la emancipación femenina que caracterizaron el siglo XX. Aún hoy en día gran parte del mundo se basa en una percepción patriarcal de los roles de género con fronteras definidas y rígidas.
Esto se hace evidente en muchos contextos en los que el cuerpo de las mujeres sigue siendo regulado sobre la base de la moral vigente, que refleja las necesidades de la clase dominante. La mujer representa desde siempre un sujeto al cual se atribuyen tradicionalmente tareas de cuidado de la casa, del ambiente familiar y de lxs hijxs. Así, además del trabajo gratuito de cuidado, se suma para muchas el trabajo asalariado.
En los lugares de trabajo permanece una brecha de salarios, con una diferencia entre hombres y mujeres que varía entre el 20 y el 40%, según las profesiones. Además, el 50,7% de las mujeres no tiene un empleo que determina un sueldo estable y un tercio de las trabajadoras deja el trabajo por la maternidad. Asimismo, en los lugares de trabajo a menudo se producen violencias hacia trabajadoras o aspirantes. De hecho, son cada vez más las mujeres que ya durante de las primeras entrevistas de trabajo afirman haber sufrido diferentes tipos de acoso sexual. En muchos casos se trata de jóvenes interinas que la mayoría de las veces se callan para no sufrir consecuencias desde el punto de vista laboral. El mayor ejemplo de esta concepción de la mujer como sujeto inferior para proteger y regular es la legitimación de la violación, hoy en día aún justificada por la representación de la mujer como provocadora de supuestos “instintos masculinos”, aplastada bajo el estereotipo de santa o puta.
Para las mujeres migrantes la situación es todavía peor. Lo vemos en las pesadas discriminaciones que sufren porque se pueden chantajear más y son tres veces discriminadas, siendo mujeres, proletarias, extranjeras. El decreto de ley de Salvini empeora una situación ya grave, a partir del acceso no garantizado a la salud pública, a la mayor dificultad para encontrar estructuras de apoyo en casos de relaciones violentas con los familiares, hasta la amenaza continua de la expulsión hacia países donde a veces la condición femenina es todavía peor.
Quien, en los años pasados, se diferenció en la manada por una propaganda racista y sexista más fuerte, hoy ocupa los escaños del gobierno y sigue enredando sobre el cuerpo de las mujeres con una cultura patriarcal, paternalista, profundamente autoritaria. Una cultura de la cual este último gobierno no tiene el monopolio, sino que es el simple intérprete más grosero. Se nota en sus discursos sobre la natalidad y la familia tradicional, en su permanente campaña electoral a favor de la familia tradicional, de la gerarquía de los sexos y de la fijeza de los roles de género. Un gobierno eternamente en campaña electoral, que habla del cuerpo femenino como de un “bien nacional”, para mantener bajo protección, negando en efecto la subjetividad individual de las mujeres.
A todo lo anterior hay que añadir el decreto de ley del ministro Pillon de la Lega Nord (el partido de ultraderecha en el poder), que apunta a regular las separaciones y las custodias de lxs hijxs e impone, incluso en presencia de supuestas violencias físicas por parte de unx de lxs conyuges, una forma de custodia paritaria entre el padre y la madre. Además, la custodia paritaria supone también la supresión de la pensión de alimentos y la creación de un presupuesto de gastos para compartir entre lxs conyuges. En un país donde el 50,7% de las mujeres no tiene una renta estable, esto resulta ser un chantaje económico.
Estas solo son algunas de las características del proyecto de ley que harían aún más difícil para una mujer denunciar la violencia y separarse de su marido, engendrando una condición de clara dependencia.
Una ley como esa dificultaría desde el punto de vista económico las separaciones, sea cual sea la motivación, y afectaría aún más a los hijxs.
La USI-CIT pensamos que solo con la interseccionalidad, es decir, la capacidad de trabar relaciones entre luchas solo aparentemente separadas, se podrá derribar la cultura patriarcal de la que están imbuidos el capitalismo y el estatalismo.
La huelga es la respuesta a todas las formas de violencia sobre el cuerpo y la mente de las mujeres. La huelga es la práctica para recuperar la gestión de nuestras vidas y nuestros cuerpos, arrancándolos de las manos del estado, la ruta para derribar el núcleo principal del autoritarismo, es decir, el patriarcado.
Huelga para construir un camino que vaya más allá de la simple reivindicación de derechos, para que pueda nacer en nuestros tiempos la semilla de una futura sociedad de personas libres e iguales.
¡8 de marzo huelga global!
¡Si tocan a unx tocan a todxs!
USI-CIT
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